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miércoles, 14 de septiembre de 2011

El trabajo dignifica...

Siempre he pensado que el trabajo dignifica al ser humano, lo cual cada vez que veo a uno de estos subhumanos, ninis, que se supone que van a pagar mi jubilación a partir de los 78 años (sí, soy optimista y creo que me podré jubilar joven) ratifica esta teoría. Entiendo que el añorado Mario Moreno, Cantinflas, dijera que "Algo malo debe tener el trabajo, o los ricos ya lo habrían acaparado" era una época diferente, pero sigo pensando que el trabajo es lo que nos diferencia de los animales, ninis, Belenes Estabanes y demás fauna, siempre que podamos disponer de uno claro, ánimo a los 5 millones de personas que buscan uno ahora mismo.

El trabajo, además, te permite vivir algunas situaciones, llamémoslas, psicodélicas que de otra forma no podrías vivir (no ninis, no, las drogas no cuentan). En especial es una fuente prácticamente inagotable de anécdotas aquellos trabajos que tratan directamente con el cliente final, el cual siempre tiene la razón, la razón y el motivo de pensar que la evolución humana en algunos casos quedo, como el sueldo de muchos, congelada.
Para ilustrar este hecho, que cualquiera que haya trabajado de cara al público lo sabe, ojo, los profesores no cuentan, porque es como si fueran "dopados" de anécdotas, recordar que educan a alguno de los futuros miembros más inútiles de la sociedad del futuro (nota mental ir mirando plan de pensiones). Además, como soy muy original, voy a contar anécdotas que he vivido, más que nada porque me da pereza buscar por el google hoy.

Los que me leen habitualmente, perdón, la persona a la que pago para que me lea esporádicamente, sabe que en la entrada anterior hablé sobre el 11S y comenté que en aquel tiempo trabajaba en una farmacia. Os puedo asegurar que el público objetivo de estos establecimientos es perfecto para generar anécdotas, os voy a contar una en concreto.

La primera transcurre en una tranquila , apacible y relajada tarde de principios de verano. Estábamos mi compañera y yo sentados en sendos taburetes cuando a lo lejos divisé a una señora de avanzada edad que se dirigía rauda hacia la puerta de entrada, así que me levanté para atender a esta buena mujer, cuando de repente, sin previo aviso, quedó petrificada a escasos centímetros de la puerta de entrada, como si una fuerza invisible le impidiera acceder a la farmacia para pedir todos los placebos, digo medicamentos, que afanosamente le receta su médico mientras piensa en la próximas vacaciones. Transcurren unos eternos segundos en los que la mujer lucha mentalmente contra la fuerza que le impide alcanzar su objetivo, la tensión era palpable, la energía visible, mi compañera cruzaba miradas conmigo y yo con ella atónitos. Hasta que al cabo de un minuto, sino más, la mujer observa perpleja el picaporte de la entrada, y sin retirar la mirada de tan mágico utensilio, lo coge suavemente entre sus manos, estira hacia ella y, por fin, rompe la maldición y entra en la farmacia, para, con la más dulce e ingenua de las miradas decir, "ay hijo mío, creía que era como las del Pryca que se abren solas".

Avanzamos unos años en el tiempo. En ese momento trabajaba en una tienda que no diré su nombre porque no me gusta hacer publicidad gratuita, ¡ojo! gratuita, si alguien quiere pagar, aquí está todo en venta. Simplemente diré que dicen que no son tontos, y no, no lo son, ya son bastante tontos algunos de sus clientes (y lo que hemos trabajado allí deberíamos hacérnoslo mirar también la verdad).

En este local existe un lúgubre lugar, para los de la Logse oscuro, húmedo, que da miedito vamos, llamado Postventa, en el que cuentan las leyendas que acuden los seres más extraños que habitan estas tierras. Entre ellos, hubo uno que se convirtió en leyenda, ¿queréis conocer su historia? acercaros y saber que todo comenzó una lluviosa mañana, en la que nuestro ser se adentró en la tienda en busca de un programa, sí amigo, vino a comprar un programa original, imaginad si ya empieza la historia así. Esa misma tarde, la tienda recibió una llamada, era él, estaba teniendo problemas para instalar el software, pero no solo eso, además su PC se había quedado bloqueado por la maldad de nuestro software y exigía poder llevar el equipo para que lo revisáramos y exorcitáramos su ordenador..

Poco después apareció con el PC bajo el brazo, la cara de "alguien va a morir hoy" y se dirigió directamente a Postventa, donde mis compañeros lo trataron con la mayor de la amabilidades posibles, mientras trataba de explicar el dolor y sufrimiento que, con nuestros actos, le habíamos causado. Una vez encendido el equipo, se procedió a extraer del lector el cd del programa, para descubrir que, debajo de este, había otro cd, el de Windows XP en concreto, como si mágicamente hubiera aparecido algo que se le dijo al cliente "es normal que no le funcione, tenía dos cd's en el lector", este, con una cara mezcla de odio y sorpresa apostilló, "eh, eh, que yo he hecho lo que ponía en las instrucciones, este programa solo funciona bajo Windows XP".

En resumidas cuentas amigos míos, el trabajo dignifica, pero el cliente "desdignifica"el noble arte de trabajar.

Dedicado a mi desaparecido amigo Iván Arboleya, la risa siempre te acompañó, que lo haga también en tu último adios, nos veremos en otra vida, nunca te olvidaremos.





2 comentarios:

  1. Hombre Iván, no sabía que tuvieras blog...contribuyo a aumentar tus visitas y de paso te doy el enlace del mio, que tiene alguna visita más...espero que te guste...
    http://hectorarenos.blogspot.com/

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  2. Gracias Héctor. Es un recien nacido mi blog, apenas tiene unas semanas, espero poder hacerlo crecer y compartir con todos un poco de mi visión de la vida. Enhorabuena por tu blog, tienes un lector más desde ya!

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